Viaje al Moconá

Hace un par de años fuimos al Moconá con unos amigos en bicicleta. La primer noche la hicimos en la Iglesia de San Vicente, como éramos estudiantes no teníamos un peso partido al medio, allí pedimos alojamiento al Sacerdote que nos dio unas aulas que había debajo de la iglesia, antes nos pidió los DNI por si las dudas, claro posteriormente de vientos y tierra parecíamos guerrilleros salidos de la selva. Llegamos al Soberbio con lluvias, unas bolsas de residuos eran nuestros pilotos, buscamos un supermercado para aprovistarnos como decimos acá, y empezamos el recorrido por el camino de tierra, que en ese entonces era barro, apenas nos dejaba avanzar ya que se pone en la horquilla y frena la bicicleta, pero siempre que llovió paró, así que luego de unas brisas el camino ya era nuestro, hasta que se pincho una bicicleta, pero como hombre prevenido vale por dos, entre llaves y parches quedó como nueva. Cuando el sol caía rápidamente en el firmamento encontramos un rancho a medio construir donde pasamos la oscuridad, a veces nos daba miedo que venga alguno a reclamar por su territorio, pero el sol sonrió y pudimos seguir camino. Pasando por el arroyo Yabotí donde aprovechamos para acicalarnos un poco, se pueden divisar peces que te vienen a hacer cosquilla como en ningún otro arroyo misionero, ya que gracias a la reserva, allí se respetó más un equilibrio. Caminando por el agua hasta las rodillas llegamos hasta el borde de una piedra donde contemplamos con un buen tereré está caída de agua de 2.500 metros que nos regaló el Río Uruguay, mas tarde visitamos los miradores donde se puede contemplar el manto verde que en el atardecer supera cualquier película que llena de paz el alma, como si nos rencontráramos con nuestros antepasados. Parece que el camino ya esta asfaltado, así que ahora con cualquier vehículo se puede llegar hasta allí, si antes se tardaban 4 horas en auto, ahora en 1 hora con suerte se puede disfrutar de los paisajes que ofrece la selva Misionera, o lo que queda de ella. Pero hay algo que me llamo la atención en todo el camino al Moconá, como esos grandes y potentes camiones se llevaban troncos muertos en sus acoplados, de esos viejos y sabios árboles que vaya a saber a cuantos pájaros habrán cobijado en sus ramas, si antes los sacaban en 4 horas, ahora en 1hora pueden sacar cuatro veces más, por eso me preocupa la nueva situación de la zona, ya que la estamos convirtiendo en un desierto verde, puesto que en los pinares ni las víboras quieren vivir.

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