Al pan pan y al vino, vino.



Muchos de los problemas políticos y económicos son problemas de lenguaje. Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo decía Wittgenstein, y pensaba que para que una proposición tenga sentido no es necesario que sea verdadera, si no que basta con que respete la forma lógica del mundo. El problema es cuando la lógica es la lógica que impone el más fuerte, como la historia que la escriben los que ganan. El lenguaje disfraza las verdaderas intenciones de los gobernantes, los medios de comunicación hacen propaganda, y se encargan de repetir un mensaje hegemónico; la mayoría termina repitiendo lo que ve en las pantallas. Hechos inmorales quedan ocultos entre información falsa y espectáculo. Tenemos miedo de llamar a las cosas por su nombre, nos acostumbramos a una zona de confort, a un statu quo, el cambio nos llena de miedo, así como al ser humano le da miedo la oscuridad, le da miedo los cambios radicales, porque tiene miedo a perder lo obtenido y a lo desconocido, incluso prefiriendo situaciones arbitrarias,  por eso muchas veces no se le vota a los que plantean reformas radicales y a los que critican al sistema caen en el desprecio generalizado de extremistas, borderline, comunistas, ateos etc. A Jesús lo mataron porque rompía los esquemas del paradigma teológico de su tiempo. Hay una gran hipocresía cuando se gana el poder con la promesa de cambiar las cosas para bien, cuando la idea es mantener el statu quo, si la solidaridad es solo es una estrategia para obtener el poder, hay que desenamorarse de los versos, porque como dice el adagio: “hechos son amores, no buenas razones” igual que la parábola de los dos hijos: uno dijo que iba a ir y no fue, el otro dijo tal vez, pero fue ¿cuál de los dos obró bien? La gente de clase media y alta critica a los que cobran planes sociales, dan esa limosna despreciando al que la recibe, pero son los que lo otorgan, porque saben que el hambre rompe alambrados, pero luego señalan con el dedo a los planeros, colocandose en una posición moral que no le corresponde, aunque sea solo otra estrategia para posicionarse encima, hay que estar a la altura moral y no acusar a otros de nuestros actos, el trabajo genuino no se da por generación espontánea, si no por un plan económico, estratégico y lógico, la política de lo bello es política de libertad, y libertad es ser independiente de las precariedades de la vida, o sea hasta que no haya justicia no puede haber belleza ni contemplación. La conciencia utilitarista, hoy hace callar a la conciencia moral, lo útil es lo bueno ¿pero útil para quien? Es el fin a que tiende el agente lo que determina la moral del acto, es la finalidad de un gobierno lo que determinará su accionar y le permitirá  poder evaluar la gestión y corregir los errores, pero como dicen los navegantes de vela: “nunca hay buen viento para el que no sabe a dónde va o para el que quiere quedarse a donde esta”.



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