Desalojo en Wall Street

Según un análisis realizado este año por Edward Wolff, de la Universidad de Nueva York, el 20 por ciento más rico en EE.UU. posee alrededor del 85 por ciento de la riqueza del país, mientras que el 40 por ciento apenas posee poco más del cero por ciento. Muchos de este 40 por ciento más pobre, no solo no tienen bienes, sino que tienen una "riqueza negativa", o sea, no tienen dinero ni bienes para pagar sus deudas. La policía neoyorquina arrestó a 70 manifestantes en el desalojo del Parque Zuccotti cuando se tomó la decisión de expulsar a los "indignados" del movimiento "Ocupemos Wall Street" que acamparon durante casi dos meses. Aunque los indignados representan a ese 85% de la población más pobre, parece que el pueblo norteamericano critica los campamentos del movimiento, prefiere identificarse con el 20% más rico, porque es igual que las novelas mejicanas, la gente le gusta soñar que terminara casada con los ricos, que optar luchar con los pobres. Manifiestan así su rechazo a seguir siendo víctimas de los abusos del sistema financiero y de políticos corruptos convertidos en protectores de banqueros, millonarios y corporaciones que nada hacen por sacar de la crisis económica al país que les ha dado patria y riqueza, con un estado que hizo un salvataje millonario que paga todo el pueblo, para que esa economía especulativa no se derrumbe como un castillo de naipes, se privatizan las ganancias y se socializan las deudas. Los empresarios prefieren guardar sus fortunas en bancos que invertirlas en la creación de empleos que tanta falta hace; se niegan, incluso, a pagar el impuesto que corresponde a sus enormes ganancias. Estamos ante una crisis del sistema capitalista que se produce por las contradicciones intrínsecas del sistema, la lógica perversa basada en la explotación del hombre. Esta crisis humanitaria se extiende a la crisis del medio ambiente, a la crisis alimentaria, crisis energética con consecuencias que pueden ser catastróficas para la vida humana. Los Estados han puesto y ponen sus mayores esfuerzos en subsidiar a las empresas mientras ponen freno a todo reclamo por parte de los trabajadores. Se trata de evitar el conflicto social que puede generar la crisis, pero no se avanza en políticas de Estado que efectivamente protejan al trabajador su salario y sus necesidades sociales. Son necesarias normas legales que garanticen la estabilidad laboral, generen aumentos salariales reales, determinen que ante el cierre de establecimientos sean los trabajadores quienes continúen con la explotación. El sistema capitalista no tiene una salida integral para la humanidad, y solo puede sobrevivir en base a generar una grave crisis humanitaria.

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