El teatro de ilusiones


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Había una vez en un pueblo donde sus habitantes la estaban pasando mal, entonces el alcalde leyendo la caverna de Platón se le ocurrió hacer un teatro, se trataba entretener al público logrando que los actores transmiten sensaciones que les hagan sentir cosas buenas. Cuando la obra se empezaba a poner aburrida encontraban algo para entretener a la población, el encuentro del tesoro de un pirata, la persecución de algún bandido, el juzgamiento en la plaza pública de algún malhechor, así lograban mantener tranquila a la  población por largo tiempo, que se olvidaba de sus problemas, del precio de las cosas, de como hacer para llegar a fin de mes, del vecino que la estaba pasando mal. También se leían poemas, se hablaba del deber ser, pero cuando la gente salía del teatro, se moría de hambre y frió; incluso se los convenció de que el frío y el hambre eran cuestión psicológicas, que debían participar de la próxima obra, que el frío ya pasaría, que los árboles ya darían fruto. Los que estaban en primera fila tenían ambiente climatizado, una casa calentita, comidas de todo tipo, los de segunda fila, creían que había que sacrificarse en pos del futuro, como los que resignan alegrías por esperar un paraíso futuro, y los de tercera fila, que eran los más, se les entregaba una ración de pan y un poco de agua, para que sigan creyendo que alguna vez podrán acceder a la primera fila. La entrada parecía ser gratuita, porque nadie tenía que pagar nada, pero cuando la limosna es grande..., luego de varios años había que devolver con intereses su precio y todos deberían trabajar para hacerlo o vender sus propiedades. 


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