Pibe chorro
El chorro o ladrón es un individuo que no ve a la sociedad como un todo organizado a través de un contrato social, sino que la ve como una guerra de todos contra todos, donde dicho contrato está hecho para el beneficio de unos pocos el que disimula la ley de la naturaleza del más fuerte. Los otros representan una amenaza, por lo que él elige devolver ojo por ojo y así representar también una amenaza para los demás. Hay diferentes tipo de ladrones, si miramos las estadísticas, según la edad cometen determinados tipo de delitos, está comprobado que hasta los 25 años los individuos tienen poca conciencia de la finitud, además que en los hombres las hormonas los vuelven más impulsivos. Salir con un fierro a conseguir guita es una decisión personal, a veces sugestionada por la necesidad, otras veces por los compinches, otras veces por la simple maldad que se alimenta del caos, y la mayoría por todas estas juntas. Historias de vida que arrastran pobreza y maltrato, años viviendo bajo un techo hostil y violento, hacen que estas personas devuelvan a la sociedad lo que han recibido, lo que el barrio, los políticos, la familia, los parientes, los amigos, le han brindado, para entender la vida como una carrera por la sobrevivencia, el que roba, es porque le han robado su capacidad de ser persona; o como elección ante la angustia existencial, porque no tiene la capacidad de crear otros caminos en su mente, capacidad propia del ser humano que tiene la misión de retroalimentar toda la vida. El horror lo mantiene despierto. No quieren volver a ser nuevamente las víctimas, sino que quieren sentir la capacidad de volverse victimarios, de tener el control del otro, por más que sea por un breve lapso, esto los hace sentir poderosos, como cuando el burócrata sonríe por falta de papeles, o el político se vuelve mesiánico, aunque esto sea un vil espejismo de la realidad. Sus mecanismos de defensa pasan por el razonamiento de matar o morir, de ver la vida política como una ironía de la verdad, como un contrato de esclavitud. Si ponemos una mirada sociológica a nuestras sociedades vemos como muchas veces a través del derecho se ampara contextos análogos a los cometidos por ellos, políticos que venden armas, que se endeudan adrede, que privatizan con retornos personales, que construyen sobrevaluando los precios para quedarse con la mitad, que han hecho grandes negociados donde se han beneficiado y que aparecen en cámara como santos bienhechores, los que quedan impunes. Entre el pibe chorro y un político descomprometido la única brecha que los diferencia es su impunidad. Para que el pibe chorro pueda elaborar otro tipo de pensamientos constructivos deben vivir oportunidades de amparo, pues una vez que tienen apoyo emocional de la sociedad, con un trabajo que los contenga, el que a su vez cincela su conducta, es la única manera de que lleguen a rehabilitarse, si comprenden que la sociedad no es un campo de batalla, que los políticos se preocupan por ellos, no roban y hay oportunidades creativas. Pues uno solo tiene para dar lo que le han dado y ha agregado. Si tienen trabajo, educación y salud, las necesidades básicas satisfechas, pueden elevar la mirada, como cuando nuestros antepasados se irguieron y vieron más allá del hoy, cuando pudieron contar historias frente al fuego y se dieron cuenta que el que está al lado puede ser un compañero para el trabajo y no un estorbo para repartir la presa. De lo contrario la carencia de recursos hace que viva con el más bajo instinto de supervivencia.
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