Gatillando la democracia
Te guste o no, hoy vivimos en democracia, el gobierno de las mayorías no niega a las minorías, ni las aplasta, las respeta, pero hay minorías dispuestas a perder estas prerrogativas, las garantías constitucionales; con tal de imponer su cosmovisión; a veces son pequeños sectores dueños de una gran porción de capital que ven truncada su libertad comercial. El intento de asesinato contra la vice presidenta Cristina Kirchner en Argentina es una demostración de que hay minorías que no están dispuestas a convivir en democracia, harían todo que este a su alcance para obtener el poder o imponer sus ideas, generalmente lo que se obtiene con violencia solo puede ser mantenido con violencia, las ideas totalitarias, fascistas, comunistas, dictatoriales, no han cuajado en el conjunto de la sociedad porque la esencia del ser humano es la libertad, es ahí donde nos podemos realizar como personas, pero respetando la libertad del otro, la democracia es la única que permite la dialéctica hacia la libertad, única que es capaz de pensar una solución en las diferencias, en la búsqueda de lo mejor, pero tiene una condición sine quan non, sin tolerancia y respeto no puede existir. No se puede permitir bajo ningún modo que personas atenten contra la paz social, llevando adelante atentados terroristas contra otros, en pos de lo que consideran su verdad, ni esparcir ideas de odio o segregación, de un dualismo pueril como ellos o nosotros. Por eso las burlas, las ironías, los prejuicios e injurias, las noticias falsas esparcidas por todas las redes son violentas, buscan quitar gravedad al hecho, como si fue orquestado para hacer publicidad, es una aberración democrática, negando lo evidente, casi lamentando que el hecho no se hubiese perpetrado; lo que demuestra la necesidad de una ley de medios para que no sean las corporaciones las que definan cual es la verdad, así no generen pensamientos binarios de los buenos y los malos, que dicten sentencias sin pruebas, sin debido proceso, condenando a candidatos con injurias y obscenidades, que va mermando la credibilidad en las autoridades, lo que degenera toda la institucionalidad necesaria para la convivencia pacífica y corroe la democracia. La violencia como salida, muestra lo lejos que estamos de la civilidad, del mensaje cristiano de amar al otro como a sí mismo.
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