Pensar diferente

 Diego Fusaro piensa que vivimos en una sociedad que ha eliminado todo disenso y modelo alternativo, un pensamiento único que pretende conciliar lo posible con lo real. Pensar diferente es aceptar la idea del pensamiento diferente. Hegel decía que nadie es más esclavo que aquel se cree libre sin serlo. La historia de la humanidad es la historia del disenso, siempre las personas se revelan, se oponen contra un orden establecido, o el consenso que pretende ser lo único legítimo. El disenso es decir no al poder, a una situación dada. La democracia acepta el disenso, encuentra allí su fortaleza, es la forma política que permite la coexistencia entre individuo y comunidad, mayoría y minoría, sin  que ninguna persona muera aplastada por la tiranía de la mayoría. Cuando el disenso calla la democracia debería alarmarse. La configuración actual de la sociedades actuales aparecen menos democráticas, debido a tres factores, vaciamiento de la soberanía popular reemplazada por la voluntad de los mercados y los gobiernos tecnocráticos, la desigualdad social creciente, y la atrofia generalizada de las formas del disenso, que niegan espacio al pensamiento opuesto. En nuestro tecnocapitalismo donde las masas son manipuladas para construir un consenso pasivo. Ya no se reprime al disenso, se actúa para que pueda constituirse, porque en ausencia de cabezas discrepantes ya no es necesario. El poder del siglo XXI ya no castiga los cuerpos se apodera de las almas, cualquiera que sea el resultado en las urnas sale ganando la ideología de lo mismo. El hombre sin identidad se convierte en la nueva figura antropológica, un ser humano flexible, desarraigado, reducido a un átomo consumidor, incapaz de comprender la explotación que sufre; sin estabilidad ética, familiar, territorial, o laboral. Una muchedumbre que solo piensa en disfrutar indiferentes del destino de los otros, sin identidad ni tradiciones, sin fuerza crítica ni espesor cultural. Y por encima de ellos casi imperceptible un poder que los mantiene en la etapa de la infancia ofreciendo diversión permanente y aliviando los del esfuerzo de pensar. No puede haber disenso si no hay consenso. La actual democracia a logrado neutralizar la construcción del disenso, generalizando un consenso omnipresente, mediante un gran conformismo masivo, el sistema nos permite hacer lo que queremos excepto nuestro límite económico, a condición de que exista un acuerdo total con la premisa del crecimiento ilimitado, incluso se permite pensar contra el poder, siempre que se integre en el circuito de producción e intercambio. La sociedad de consumo cuenta con los sacerdotes de lo políticamente correcto, el circo mediático, el clero periodístico, y la clase intelectual, que imponen una ortodoxia que ya no necesita de hogueras, porque ya no es necesario perseguir rebeldes, no queda ninguno. La destrucción de los sistemas socialistas, que no derribo para la libertad de los esclavos comunistas, según plantea la narrativa liberal. Se generó una masacre de clases donde el amo liberal recupera todo lo que el esclavo había conseguido mediante la organización y la lucha. La aristocracia financiera, la nueva élite neofeudal lleva una ofensiva contra un esclavo precarizado y sin conciencia de clase, se trata del fin de la historia y la caída de las ideologías, que no es otra cosa que la supervivencia de la única ideología, la del pensamiento único neoliberal que santifica el orden existente, que paradójicamente tilda de ideológica toda visión disidente de ese pensamiento unidimensional. Sin historia el presente se convierte en un destino eterno, como el disenso es el cuestionamiento de lo que es, que podría ser diferente, lo natural es lo que es, y en tanto que natural no admite disenso. El hombre ya no aspira a derrocar el orden que los domina, se suprimen derecho sociales, haciendo que parezcan privilegios, lo que hasta ayer eran derechos, y presentando lo impresentable como aceptable, el poder maneja el flujo del consenso y el disenso. Primero genera un disenso en temas como el gasto público, los derechos laborales, la función pública o el derecho a la huelga, para que después cuando haya que privatizar, suspender derechos, o despedir exista un consenso consolidado. El poder domina el pensamiento de masas que predica la imposibilidad de cambiar el mundo con el único fin de impedir su transformación. En caso de estar en desacuerdo con lo existente nos cuestionamos a nosotros mismos, han logrado convencer que es el único mundo posible, y por ende se anula la capacidad de pensar la alteridad  o futuros alternativos así el poder puede aflojar el poder sobre los cuerpos porque ya posee el dominio sobre la conciencia. Vivimos en una sociedad construida en forma no social, con sujetos aislados, en el marco de un individualismo alienado que ha cortado todo vínculo comunitario. Incapaces de comunicarse que se hacen la ilusión de ser libres mientras viven en el reino de la existencia inauténtica de soledades. El paradigma sigue siendo la culpabilidad de la esperanza, el monoteísmo de mercado se ha convertido en la única religión y para ello debe desautorizar a todas las demás. Lo políticamente correcto hoy impone dicotomías estériles o engañosas como izquierda y derecha, ateos y creyentes, extranjeros y nacionales, hombres y mujeres, el objetivo es doble, por un lado esconder los que están arriba de los que están abajo, y evitar que los conflictos múltiples tomen la forma de un solo gran rechazo contra el sistema. La lucha paso a un particular contra otro particular, nunca contra el sistema dominante; que pide organizarse ante una auténtica oposición al fanatismo económico, un movimiento que humilla cotidianamente a la humanidad. El poder convence que el enemigo es el que está en la misma condición, incluso los que están más abajo, nunca lo invita mirar hacia arriba, el gran rechazo  al sistema queda fragmentado en miles de corrientes de oposiciones secundarias, que desvían la atención de la contradicción principal, así se pulveriza la conciencia de clases y se impide que se forme un frente unificado de los los humillados y ofendidos del planeta contra la oligarquía financiera, que pueda formar un verdadero sistema democrático que relacione individuos libres y solidarios. La humanidad reducida a meros consumidores, una sociedad dividida en esclavos precarizados y amos neofeudales. Acabamos soñando solamente con lo existente tal y como es. El que no defiende los intereses de la élite es populista, hoy la política es la economía por otros medios. Por eso hay que crear nuevos mapas conceptuales distintos a los que propone el poder. Pensar diferente mediante una conciencia opositora que proponga un proyecto político, que combine la lucha por los derecho civiles y los derechos sociales, armonizar el derecho a la pluralidad, combinar el gran rechazo al sistema con los pequeños rechazos cotidianos porque estos privados del horizonte del gran rechazo son inofensivos.  







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