El relativismo utilitarista
La verdad existe, se la puede ver, sentir, tocar. Pero existen interpretaciones de la realidad, algunas incluso antagónicas ¿Entonces dónde está la verdad? Cuando una cosa es eso y no otra cosa decía Aristóteles, un ser humano es un ser humano, ni más ni menos, todo ser humano tiene derechos humanos universales, cuando se los niegan se le están quitando sus rasgos de humanidad. Hoy se utiliza mucho la retórica para negar lo fáctico, la virtualidad ha ganado preponderancia, con la facilidad que tiene para crear realidades, el poder sigue imponiendo su cosmovisión de orden y progreso, aunque muchos queden relegados, se les hecha la culpa de sus males, y no se reconoce que es consecuencia de las políticas adoptadas por esa cosmovisión que les niega su humanidad. Tanto relativismo hace que se releguen los derechos de las clases marginadas, si no habría relativismo, no habría pobreza. Y cuando salen a reclamar se los reprime con la fuerza y el peso de la ley. Las personas solo atinan a reafirmar su sesgo de confirmación, cerrándose a otras maneras de interpretar la realidad y a reconocer los derechos de los demás. Hay hechos que pese al tiempo no cambian, siempre la lógica y la ética van de la mano, situaciones y actos humanos que han estado mal y lo seguirán estando, que se las haya tolerado en una etapa de la humanidad, no quiere decir que estuvieron bien; en el fondo la aprobación de esos hechos les generaba dudas en su conciencia. Pero la conciencia es algo que si no se alimenta se muere, y muchas personas han dejado morir famélicas a sus conciencias, aunque a veces tratan de revivir con propinas a ONG y grupos solidarios que les sirven a sus fines propagandísticos, y sacan a relucir manuales de ética que los utilizan como medios para lograr sus intereses, en nombre de la democracia, la constitución, la Biblia, Dios, la patria, la nación, la justicia, la libertad cometen los peores crímenes contra la humanidad incluso contra sus pueblos, porque en el fondo han dejado la conciencia atrás prefiriendo la lógica utilitarista, el Filósofo Feinmann escribe: “porque vivimos bajo la superficialización de la culpabilidad, de la moral sin sanción, de la moral sin obligaciones, nuestra única obligación es con nosotros mismos”. Mientras dóciles espectadores aprueban, algunos por temor, otros por connivencia, se prefiere la paz del cementerio, al gran hermano con su estratificación social, antes que analizar porque tanta gente se muere, pasa hambre, frío y como hacer para evitarlo.
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