Estado o Mercado



El liberalismo tiene una falacia, pensar que los recursos son ilimitados y que una persona individual los pueda acaparar hasta lo que le den sus fuerzas y luces, aunque esto signifique el hecho aberrante de que muchos queden afuera, en una situación de marginación y desesperanza. Vivimos en un mundo finito con recursos escasos y con millones de habitantes, considerar que las personas puedan acumular capital hasta donde le den sus límites es un error; es hasta donde no perjudique los derechos de los demás, según los principios éticos de que tu accionar se pueda transformar en ley universal y tratar a los demás como fines y no como medios; para ello nos hemos organizado, creado el estado para que pueda mediar entre nosotros, así podamos distribuir la riqueza, que a nadie le falte el pan sobre la mesa, la huerta en su tierra, el libro en su pieza y el techo sobre sus cabezas. El Estado no debe estar únicamente para garantizar la libertad de mercado, sino que debe garantizar los derechos a los seres humanos, los monopolios acaparan el mercado, sociedades anónimas que tratan al ser humano anónimamente y a la naturaleza como una moneda, multinacionales que expolian las riquezas, dejan muchas familias, trabajadores, sin sus fuentes de trabajo y la capacidad de re crearlo, estamos atomizando las ganancias, socializando las pérdidas y la contaminación. El éxito personal no es cuantitativo sino cualitativo.  Hay que diversificar la producción y el trabajo, para que haya más ocupación, pero la economía no puede estar librada al capricho de los monopolios. La tierra tiene que estar distribuida racionalmente, cuando la tierra se concentra desproporcionalmente, atenta contra el contrato primigenio, que está para garantizar los derechos de todos. El Covid 19 llegó para mostrarnos que es mejor estar organizados, contar con centros de salud y científicos que busquen la cura, que cada uno se mueva a su antojo, puede generar un peligro para otros, el estado es la representación de esa organización, los liberales odiaban la intervención del estado, pero no les queda otra que reconocer lo frágil de sus teorías.




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