Laudato Si II

La Biblia enseña que cada ser humano es imagen y semejanza de Dios; pero hay tres conexiones fundamentales que se han roto, la relación con Dios, con el prójimo y con la tierra. Cada generación tiene la obligación de cuidar y proteger la tierra para las futuras generaciones; ya que solo se nos presta para nuestro paso en ella. A Dios le pertenece la tierra y cuánto hay en ella. La propiedad privada va subordinada al destino universal de los bienes. Juan Pablo II decía: Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno; sobre toda propiedad privada se grava una hipoteca social. El mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social. Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza. No podemos pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el ambiente sin sanar todas las relaciones básicas del ser humano. Cuando el ser humano se coloca a sí mismo en el centro, termina dando prioridad absoluta a sus conveniencias circunstanciales, y todo lo demás se vuelve relativo. Si las máquinas reemplazan el trabajo humano, esto se le vuelve en contra de sí, pues en el trabajo la persona se dignifica. Dejar de invertir en las personas para obtener un mayor rédito inmediato es muy mal negocio para la sociedad. La introducción de cultivos transgénicos, logra una concentración de tierras productivas en manos de pocos debido a la progresiva desaparición de pequeños productores que migran a las ciudades, ya que no pueden competir con los grandes oligopolios. La técnica separada de la ética difícilmente será capaz de autolimitar su poder. Los límites que debe imponer una sociedad sana, madura y soberana se asocian con: previsión y precaución, regulaciones adecuadas, vigilancia de la aplicación de las normas, control de la corrupción. La grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo.

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