La estúpida guerra
El fin de la historia era el capitalismo, el capitalismo necesita de la lógica del mercado, de la competencia para mejorar la oferta y la demanda. El neoliberalismo pareciera querer acrecentar esta lógica que obnubila todo sentido común, empero viene la guerra, los bombardeos, la muerte por parte de los mercados hegemónicos que compiten por los recursos, las grandes corporaciones acostumbradas a pensar en los beneficios y las ganancias, no en los daños que generan, terminan en una guerra, demostrando qué el fin de la historia no es un hecho, negando las premisas lógicas de su proceder, porque el mercado pregona el respeto a las libertades básicas para poder producir, vender, pero la guerra destruye al otro, impone normas, obliga a reaccionar de determinada manera, la lógica de la guerra de vencer al otro, de matarlo, destruirlo, acabarlo, destruyendo su habitat, sus caminos, sus servicios, su mercado, es la contradicción de la economía capitalista, porque a parte de necesitarlos como un posible consumidor, necesita del oponente, al contrario, de la competencia cuando está lógica maximizada busca destruirlo, borrarlo de la existencia para que no pueda competir, crear, producir, gozar cae en premisas destructivas que rompen los puentes necesarios para vivir en paz y rompe con la libre competencia de la que tanto se ufanan. Cada bomba no solo destruye el medio ambiente y lo contamina, necesario para poder desarrollar el comercio, sino que es inflacionaria, pues no tiene ningún retorno, la guerra es perdida total, nada más contrario al capitalismo, es como quemar la fábrica; como querer jugar un partido de fútbol con solo un equipo en la cancha, le quita sentido al juego a la lógica existencial, la guerra no solo destruye al otro, al mercado, destruye al futuro, el goce, la poesía, la flor ¿qué mensaje están dando a los niños? ¿de qué derechos hablan? ¿de que pueden esperanzarse? si la guerra genera odios ad infinitum, solo demuestra nuestra estupidez, que todo lo que crece en demasía como el imperio, las corporaciones, los bancos, pierden la conciencia necesaria para obrar con ética, en su inercia se les escapa su humanidad, se vuelven autómatas que devoran todo como un godzilla suelto, criado y amamantado en los laboratorios del capital. La construcción hay que hacerla con el otro, aceptando la multiplicidad de razas y culturas, las diferentes etnias, con respeto y tolerancia de sus diferencias, comercializando con ellas, no intentando destruirlos para quedarse con todos los recursos como lo impone la dictadura del capital, qué niegue la libertad del otro, que busca subyugar a la cadena de los Super ricos que en sus burbujas de comodidad no son capaces de aceptar el derecho del otro.
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